Tenemos una memoria frágil

La semana pasada hice un paréntesis de menos de 24 horas en Madrid y pasé calor incluso a la sombra, está claro que el verano está más cerca, según el calendario ya sólo nos quedan un par de días, el viaje me fue útil, también para recordar lo bien que me encuentro entorno a los "ventipocos" grados. Al final, resulta evidente que yo no necesitaba que llegase el calor, lo que realmente necesito son más días de sol.

Aproveché que se había ampliado el plazo para ver la exposición de Auschwitz en el Centro de Exposiciones Arte Canal de Madrid, quería haberla visto en enero y no lo conseguí, así que fue la señal perfecta para decidirme a bajar. 
Aprovechando la cercanía también visité la exposición del fotógrafo Cecil Beaton en el Canal de Isabel II; tenía razón @gratistotalisima está muy mal iluminada y se podría haber hecho una muestra mucho mejor con todos esos retratos.
Cuando quise darme cuenta era tarde y me quede sin poder ir a escuchar a Laura Ferrero, uno de los descubrimientos literarios de los últimos meses.



Madrid siempre me deja a medias, siempre me ofrece más de lo que puedo hacer, pero eso hace que siempre me de motivos para volver.

Aquí, como mínimo, somos todos entrenadores

A mi me gusta el fútbol, y he tenido un pasado futbolero de esos de ir al estadio a animar al Real Oviedo, he empezado a ver con maridin un clásico en el sofá y hemos terminado viéndolo en diferentes habitaciones (a ver si el Alavés por fin nos une), me he puesto la camiseta de la selección para ver el partido y he visto los penaltis de la final en diferido porque me podían los nervios. 
Yo me he tragado con mi padre etapas y etapas de la Vuelta, el Tour y el Giro en la que aprovechábamos para repasar geografía. He ido a ver a Gorospe subir el Naranco, no sólo sabia que significa llevar el maillot amarillo o la maglia rosa, es que sabía quien iba a ganar el rey de la montaña por aquel maillot aflamencado.
Me sentaba con mi abuela a ver la gimnasia rítmica y soñaba con poder hacer algo de aquello (¡yo que estaba exenta de la mitad de los ejercicios en la clase de educación física!), si llegamos a pillar el boom de la sincronizada... ¡vaya juego nos hubiese dado a nosotras que éramos las mejores saltando juntas las olas!.  

Esta soy yo, la misma a la que le encanta leer, ponerse a escribir, ir al teatro o al cine. 



Somos un país de futboleros, plagado de entrenadores de sofá y deportistas de salón,  sabemos porque no entró esa canasta, la dirección que tenía que haber llevado el golpe para que entrase en el hoyo, la fuerza con la que se debía haber devuelto aquel revés y no tenemos equipo de curling para los juegos de invierno porque no nos lo hemos propuesto. 

Somos todo eso y mucho más, pero hay cosas que podríamos intentar cambiar.

Lee lo que te gusta - Mayo

El mes de mayo alejo el verano, ese que tanto estamos esperando y nos recordó que la primavera dura hasta el 21 de junio, vino además cargado de lluvia y más días grises de los que desearíamos.
Como no hay mal que por bien no venga, nada hay mejor que un cielo triste para propiciar grandes momentos de lectura.



Estos fueron los libros que me acompañaron durante el último mes...


El peligro de la historia única, Chimamanda Ngozi Adichie

Lo leí después de haber visto varias veces la inspiradora charla TED, necesitaba tenerlo en casa, para poder releerlo cuando sea necesario porque como todo lo que he leído de esta autora, es un imprescindible. 

Me mantengo en aquello que dije al recomendar "Todos deberíamos ser feministas" y "Querida Ljeawele Como educar en el feminismo", deberían ser lecturas obligatorias en los centros educativos,  son libros necesarios y además propicios para crear debate. 
Nos hablaba la escritora en aquella charla sobre los peligros de reducirlo todo a una única historia y de lo necesario que resulta hacerlo desde distintos puntos de vista. 
Nos contaba Chiamamanda Ngozi que cuando empezó a escribir en su Nigeria natal lo hacia contando historias de niños blancos y ojos azules que jugaban en la nieve, escribía así porque imitaba todo aquello que ella leía, que no era más que literatura europea.
Por eso es necesario atender a no quedarnos en el relato único, en los estereotipos incompletos. Por eso no puedo evitar recordar aquel profesor de la facultad que nos animaba a leer la misma noticia en distintos periódicos y al que por enseñanzas como aquella siempre me sentiré agradecida.






Los pacientes del doctor Garcia, Almudena Grandes


El último de los libros publicados de la serie Episodios de una Guerra Interminable, y yo llegué a él casi de casualidad sin haber leído ninguno de los anteriores. Resulta que no me sentía nada atraída por meterme en esta serie, estaba llena de prejuicios de esos que todos arrastramos, pocas ganas de leer sobre la guerra civil, los años de postguerra, la dictadura...
Debo decir, no obstante, que a mi Almudena (así en confianza, esa que te da haber compartido con ella un par de minutos como el resto de personas que han hecho cola esperando por una firma) me encanta como columnista, algunos de sus libros ajenos a esta serie me han encantado y que cada vez que recomienda libros en las entrevistas acaban convirtiéndose en un acierto para mis lecturas; ella me descubrió entre otros Mejor la ausencia de Edurne Portelas, uno de mis favoritos del año pasado.
Así que me acerque a la presentación en Vitoria de este libro, principalmente con el objetivo de escucharla en directo. Allí casi empezó contándonos Almudena que sus libros siempre empiezan a partir de una imagen, lo dijo aquella tarde en el Palacio Villa Suso y lo escribía en uno de sus últimos artículos en El País. 
Los pacientes del Doctor García empezaron con una foto de Clarita Stauffer, una mujer pionera en el deporte femenino español afín al régimen nazi, que desde España ayudo en la huida hacia Sudamerica a muchos de esos monstruos, una mujer que habiendo disfrutado de una gran libertad decidió colaborar en limitar la del resto de mujeres de la época.
Escuchando a Almudena todo el trabajo que desarrolla hasta ponerse a escribir la novela, toda esa libreta en la que va dibujando personajes, desarrollando la historia, hilando realidad y ficción, imposible no olvidarse de los prejuicios y ponerse a leer este thriller lleno de maravillosos diálogos, porque pensaba yo que estos Episodios de una Guerra Interminable serían de esos libros en que pasas paginas con descripciones interminables y que solo acaban por aburrirme, pero ¡qué equivocada estaba!, con esta novela el aburrimiento es imposible.
Verás que hay quien la define como una novela de espías, como un thriller, como la más internacional de las obras de sus obras, yo te diría que tuvieses muy presente que es además una historia sobre la amistad y la lealtad. 



La uruguaya, Pedro Mairal


A veces sólo necesitamos encontrar la excusa para intentar escaparnos de nuestra propia realidad, el problema es que muchas de esas veces la nueva realidad no es exactamente como nos la habíamos imaginado. Y esto es básicamente lo que le sucede a Lucas Pereyra, protagonista y voz narradora de este libro.
Nunca hubiese imaginado que con una historia, la de un escritor argentino cuarentón en plena crisis, podría por momentos llegar a divertirme, pero imagino que a veces no es tanto el reflejo de determinadas situaciones como la distancia de ver la tragicomedia ajena, y porque Mairal consigue que seas capaz de ponerle cara a Lucas y Magali. 
En fin, que a veces la literatura nos sorprende y está bien que nos dejemos sorprender.





Contra todo, Manuel Rivas

Ya confesé en su momento, cuando me acerqué a mi librería favorita, Mara-mara, a celebrar el día del libro que había comprado un regalo trampa porque sabía que le encantaría al destinatario pero estaba segura de que acabaría leyéndolo yo antes, como así ha sido finalmente.
Rivas es un tipo tan inteligente, con una enorme capacidad para analizar la actualidad, a veces haciendo uso de ese humor que nunca sabes si es eso que llaman retranca gallega, que cuando le escuché decir que un profesor en la facultad de Ciencias de la Información, le espetó que "el trabajo que había entregado no era periodismo, era literatura" no pude evitar pensar en que no hay más ciego que el que no quiere ver.
Es un ensayo político mucho más ameno que algunas novelas que he intentado leer, será porque me gusta la política y seguir la actualidad no lo voy a negar.
Es un libro de esos que pueden ir leyéndose en pequeñas dosis o que te engancha y no puedes dejarlo hasta terminar.
Es un libro necesario para analizar la realidad, desde, como el autor ha dicho, la vergüenza ante la realidad que nos rodea pero no es un libro de desesperanza, es un libro lleno de valgalumes*, de esos que van escaseando pero antes llenaban los caminos para iluminarlos. 
*Luciérnagas; que tendrá el gallego que lo siento siempre dulce.




El lápiz del carpintero, Manuel Rivas


Autoinvitarse, colarse en un club de lectura que celebra junto al autor los 20 años de un libro es un buen motivo para acumular kilómetros, aunque pocos son los que necesito para acercarme hasta A Coruña.
Esa tarde, en ese rato que pasamos escuchando a Rivas, nos enseño aquel lápiz de carpintero del taller familiar que acabo dando titulo a este libro, ese lápiz que no es más que la conciencia que acompaña a un verdugo, a uno de los malos.
Tres horas lleva la lectura, lo sé porque empece a leerlo al salir de la estación de autobuses de Oviedo y poco antes de llegar a destino ya lo había terminado. 
No soy objetiva con Rivas, así que ¿qué te puedo decir? Deberías leerlo, igual que te dije que deberías hacer con ¿Qué me quieres amor? 
Y si tienes la posibilidad de poder escucharle para hablar de libros, de actualidad, de la vida, no pierdas la ocasión. Y si además puedes, haz cola y espera a llevarte además su firma porque no he conocido a ningún otros escritor que se dedique así a sus lectores.



Los Grope, Ton Sharpe

Os voy a decir algo, esta obcecación mía por alejarme de los dramas no es nada fácil. Estaba convencida que era porque a la mayoría de los autores les resultaba más sencillo escribir sobre tragedias, pero me he dado cuenta que es difícil encontrar libros que te hagan sonreír porque el humor es más personal que el dolor que al fin y al cabo es mucho más universal.
Así que diré que este libro no me ha robado carcajadas pero me ha entretenido y seguramente en muchas ocasiones me ha hecho sonreír mientras movía la cabeza y pensaba "¡qué personajes!".
Una longeva estirpe que nace del ¿amor? entre una criada y un vikingo desertor, una historia de mujeres que deciden y gobiernan sus feudos con independencia de los cambios históricos que se suceden, a los que se van amoldando a su manera, hasta llegar a Belinda Grope, casada con Albert un mafioso de tres al cuarto que vende coches robados y regenta un matadero self-service, hermano de Vera una mujer empeñada en vivir como lo hacen las protagonistas de sus novelas rosas, casada con Horace un banquero que al verse reflejado en su hijo Esmond intenta acabar con él. Podría parecer que he destripado el argumento pero puedo prometer que esto no es más que la primera parte del libro, momento a partir del cual todo se vuelve una sucesión de locos y absurdos acontecimientos.
Sólo se me ocurre decir, Monty Python en papel.



Y hoy para acabar, sólo un consejo, no reniegues del ebook, siempre te permite llevar un libro contigo. Aunque al salir de casa sólo te de tiempo a coger el móvil y las llaves, ya sabes que nunca estarás solo, por ponerle una pega... el tacto de las hojas y las notas a mano, son irremplazables, la historia, el argumento, no cambia.





El chachachá del tren



Cada vez me da más miedo volar,no es nada nuevo, ya lo he dicho antes.
Creía que podría hacer kilómetros y kilómetros en coche, pero ahora que no siempre son por placer los 350 que nos separan del paraíso a veces se me hacen muy largos. 
Sin duda, mi medio de transporte favorito es el tren, y eso que Renfe no lo pone fácil.

Asiento 4A  - Coche 8

La sensación de atravesar la cordillera Cantábrica disfrutando del paisaje es fantástica pero continuaría siéndolo a velocidad del siglo XXI; hay un viaje hasta León y otro después.
Ahora que incluso en algunos aviones tenemos acceso a WIFI, es increíble que en el tren sufras su carencia además de la falta de cobertura. Durante esos kilómetros entre montañas, el móvil se vuelve loco buscando red y cuando te das cuenta tienes sólo un 10% de batería y todavía unas cuantas horas de viaje por delante; puedes ir leyendo pero sin garantía de escuchar música para silenciar conversaciones ajenas. Así que el hecho de que sólo puedas enchufar el teléfono en los baños y que muchas veces éstos ni siquiera funcionen, saca de quicio al más paciente.
A pesar de todo, aún muchos seguimos empeñados en viajar en tren.