Volver a empezar mientras me despido de septiembre

He vuelto.

He necesitado días de desconexión, días para que las cosas volviesen a su sitio, para que yo misma volviese a sentirme como la persona en la que me reconozco, la mejor versión de mi misma, aquella de la que me gusta oír hasta sus sonrisas silenciosas.

He escrito, estos días lo he hecho porque no hay mejor psicoanalista que enfrentarte a un papel en blanco y dejar que la mano escriba lo que manda el corazón, no he escrito sobre ningún nuevo café, ni sobre la visita a esa exposición que no debes perderte... He escrito para mi, para que la escritura me ayudase una vez más, seguro que no será la última vez que lo haga, y gracias a esas paginas llenas de sentimientos, he podido volver.

Septiembre nos trajo el otoño y su luz, los atardeceres a media tarde, las primeras veces arropada por la manta en el sofá, disfrute de la compañía de los amigos convertidos en familia, de días en los que mi casa era más casa que nunca, y por momentos, me olvide de lo difícil que es a veces la distancia. 

Septiembre han sido risas y lagrimas, ha tenido un fantástico comienzo y un horrible final, pero por fin se acaba y yo quiero que se marche para que se lleve con él la tristeza.

Espero a octubre para celebrar. Soplare las velas por cumplir un año más, brindaré por celebrar los quince años que llevo disfrutando de la mejor compañía, volveré al aeropuerto con ganas, muchas ganas de abrazar.

Me olvidaré de este septiembre y disfrutaré de octubre, preparé un café el viernes y haremos como si nada hubiese pasado.


Gracias por estar ahí, por esperarme.


Un cafe en un pueblo con mar...

No te acostumbres, seguramente volveremos a tomarnos el café en la mesa de la habitación pequeña frente al ordenador o sentada en el sofá con una mantina encima que es como mejor se está, pero es que el finde pasado me tope con este sitio y pensé perfecto para nuestro cafe del próximo viernes.
Así que lo que voy a contarte en este café es como llegamos hasta esta panadería en la que acabamos tomándonos un café mientras esperábamos por el sol.





Las previsiones, las que reviso continuamente en la app del movil, daban un día más o menos soleado para el sábado, todo hacia pensar que sería el último en que podría disfrutar del agua del Mar báltico, porque yo soy una chica del norte pero por debajo de los 20 grados no me meto ni loca, salvo que me regalen un neopreno!! Así que cambiamos los planes urbanitas por escapada a la playa (unos con más entusiasmo que otros, porque en mi casa la única que tuvo una vida anterior anfibia fui yo).

Total, que como ya te he dicho alguna vez, mis playas favoritas están a unos 25 minutos de casa, las hay más cerca a menos de 10 minutos pero yo desde que descubrí la Riviera danesa... No quiero ir a otra. Que no es que me haya encaprichado a lo loco de las playas de esta zona, es que con ese nombre evocador ¿querrías ir tú a otro arenal? (Y si te quedan dudas, vete a mi perfil de IG o busca el hashtag #LaRivieraDanesa).

El caso es que cuando llegamos a Hørnbæk, miramos el cielo y... no parecía que la mejor opción fuese extender la toalla en la arena, así que decidimos irnos a dar un paseo mientras se solucionaba la lucha encarnizada entre sol y nubarrones. Al llegar habíamos visto que durante el finde había un "loppemarked" (mercadillo) en el puerto, en las antiguas casetas para guardar los aperos de pesca, así que no parecía mal lugar para pasear.





Aquí, me vas a dejar que abra un paréntesis y te hablé del concepto mercadillo danés, que no son más que mercadillos de segunda mano (bueno o de tercera, cuarta incluso quinta).
Lo primero es que como casi en todos los sitios en este bendito país, no oirás una voz más alta que otra, nada de andar a grito pelado, entendible primero porque la lengua vikinga es poco agradecida y a poco que subas el tono cualquier país fronterizo podría pensar en la declaración de una tercera guerra mundial, y segundo porque ellos, los vikingos, son tranquilos por naturaleza e intrínsecos (como para adentro), esto ya te lo desarrollare bien otro día.
De verdad te digo que a pesar de todo, buscando... encuentras, incluso nosotros que no sabemos muy bien buscar tesoros en ellos alguno lo hemos encontrado.





Después del paseo por el puerto, nos metimos un poco a caminar por el pequeño pueblo costero, seguíamos mirando al cielo y la cosa no acababa de estar clara y empezábamos a pensar si no habría sido mala idea cambiar el plan urbanita por un día de playa sin sol, cuando nos topamos de frente con esta panadería.
Aquí las panaderías te atraen hacia ellas... tienen panes riquísimos, y esto te lo está diciendo una persona que podía sobrevivir sin pan en España; lo que no lego aún a explicarme es porque los autóctonos se empeñan en comer ese pan negro duro con todas las posibilidades que tienen a su disposición (esta es otra de esas cosas de vikingos que sigosin entender).





Entramos a comprar pan y a mi se me fueron los ojos hacia el dulce y como todavía seguía pensando que había alguna posibilidad por mínima que fuese de ir a la playa si le dábamos a Lorenzo un tiempito, decidí que había que quedarse a tomar un café.
Y resulto ser una decisión de esas estupendas, fue terminar nuestro redesayuno, coger nuestra hogaza de pan y abrirse el cielo y ver el sol, la cosa estaba clara había que aprovechar.

Y así fue como un domingo con planes urbanitas, acabamos en una panadería con encanto antes de darnos el que posiblemente fue el último baño en el Báltico de la temporada.

Este finde toca sacar el paraguas y poner la casa en orden, ya te contaré el lunes.
No te olvides de disfrutar!!



Del verano nos quedan las escapadas: Gante

Godmorgen,

No quiero creer que el verano se ha acabado, me encantaría pensar que todavía disfrutaremos de algunos días de "veroño", pero es tan triste lo de autoengañarse que ya voy haciéndome a la idea.
Ha llegado septiembre y he comenzado a ver como las hojas van cambiando de color, cada vez se va notando un poco más que los días se van acortando, y yo... yo tengo ganas de preparar la maleta y escaparme de esa oscuridad que veo aproximarse. Pero hasta octubre no hay escapada que valga, ni maleta que preparar, así que me he dejado llevar de nuevo a uno de los hallazgos de la escapada de (no) verano: la ciudad de Gante.




Fue un total descubrimiento y una grata sorpresa porque nunca estuvo en nuestros planes visitarla, pero una vez en Bélgica, animados por nuestros anfitriones en Bruselas decidimos seguir sus consejos.
Apenas pasamos 10 horas en la ciudad pero casi mejor, así nos quedamos con ganas para volver a visitarla.


Como íbamos sin demasiado tiempo, sobre la marcha nos enteramos que justo ese día finalizaban las Fiestas de Gante, así que decidimos que nada de ir con los sitios preestablecidos que visitar, apuntados en una de mis innumerables listas. Fuimos tan poco preparados que no contabamos ni con un mapa en papel, lo único que nos sirvió de brújula (principalmente para poder volver al coche) fue la foto tomada con el móvil al mapa del parking.

En cuento salimos a la superficie (del parking!!) nos dimos cuenta que aquellas fiestas de las que nos habían hablado eran mucho más de lo que habíamos imaginado. Todo tipo de actuaciones, exposiciones, ferias y desfiles que puedas imaginarte es lo que encontraras si la visitas durante esa semana.




Nosotros nos dedicamos a callejear, a dejarnos llevar por las recomendaciones de los autóctonos, por el sonido de la música o simplemente empujados hacia donde se dirigían los grupos de gente entre los que acabábamos mezclados.
Esta vez, nada de coger un barco por los canales como habíamos hecho en Brujas, esta vez a pie, y cuando nos sintiésemos cansados, decidíamos sobre la marcha donde parar y listo, da igual que fuese en la terraza de un café, en un banco con vistas al canal o frente a una librería de esas de antes por las que yo siento amor.





Así que con esta experiencia de viajeros sin organización alguna, la única recomendación que me atrevo a hacerte es el lugar donde comimos: Den hoek af. No es un restaurante pero es algo más que una cafetería, a nosotros nos encanto todo lo que tomamos (sopa, sandwich y postre), a destacar la limonada casera y el té helado que estaban espectaculares, amén de una decoración sencilla muy nórdica y unos camareros amabilísimos.



Y ya de vuelta al miércoles, piensa que nos queda sólo la mitad de la semana por delante y que el viernes nos tomamos un café y nos ponemos al día con todo lo que ha pasado y los planes para el finde.

De vuelta a a realidad, Amaral canta aquello de "No quedan días de verano, el viento se los llevo ".