Mi miedo a volar

Buenos días,

2470 kilómetros son los que separan mi hogar de mi casa, esa es la distancia que Google me dice que hay entre Copenhague y Oviedo, entre el norte y MI norte.

Desde que salgo de casa son al menos 8 horas, eso en el mejor de los casos y en el peor, y dependiendo de las escalas, más de 24. El vuelo desde tierras vikingas a Barcelona o Madrid, que suelen ser mis escalas habituales, ronda las 3 horas, el resto se va en esperas y transbordos, en ocasiones en poco más de una hora en el aire llegaré a Asturias, en otras me aprovecharé de generosos amigos para pasar la noche y cambiar el avión por el tren.

Del viaje lo peor no son los kilómetros ni el tiempo necesario para recorrerlos, lo peor es que últimamente le he cogido miedo a volar, así que voy tensa y en consecuencia, se acentúan las cosas que me sacan de quicio. 
Así que hoy voy a compartir todas esas cosas que ya no puedo hacer y algunas de las que tampoco consigo soportar que otros hagan,  cuando voy sentadita en sillón del avión.




1.- Ya no puedo leer libros durante el vuelo, y mira que en el último viaje lo hacia cargada de ellos (merced a las numerosas visitas a la libreria coruñesa de referencia, Moito Conto, y a los prestamos en casa de mi sister -vas a tener que hacerme un carnet!-). 
Si la "señorita del mostrador" (que diría mi madre) que tan amablemente me ofreció facturar gratuitamente mi maleta de mano, le hubiese dado por comprobar el peso de mi mochila... Allí mismo, hubiese tenido que dejar parte del contenido del equipaje o bien hubiese tenido que pagar una penalización superior al precio del billete.
En el vuelo a Barcelona apenas conseguí leer unas páginas... Y es que a mi, la amabilidad del piloto informando sobre la existencia de pequeñas turbulencias durante el viaje ya me pone lo suficientemente en tensión como para no conseguir concentrarme en la lectura (al menos todavía puedo intentar relajarme escuchando música).


2.- A cambio de libros, las revistas se han convertido en mis mejores compañeras de vuelo. Podrá parecerte una estupidez pero me resulta mucho más sencillo concentrarme en pequeños artículos acompañados normalmente de cuidadas imágenes y así conseguir olvidarme del hormigueo que recorre mi cuerpo durante el vuelo. 
Además,  por alguna razón todas aquellas mujeres que vivimos fuera sentimos una terrible atracción hacia los quioscos en los aeropuertos para hacernos con unos buenos ejemplares nacionales en papel, luego llegas a casa, las colocas encima de la mesa del comedor y de vez en cuando les vuelves a echar un ojo. (Fíjate la próxima vez que tengas ocasión, veras como en algún lugar  del salón hay una montaña de revistas españolas)
NOTA: A propósito de las revistas de mi último viaje, quiero recomendarte un reportaje fantástico de Cristina Larraondo y fotografia de Toni Mateu, "En tierra de nadie" (núm. Junio de la revista TELVA) que recoge las historias de algunas familias de refugiados que esperan retenidas en los campos de refugiados de Grecia, ya sabes cual es mi opinión.



3.- Para atajar esos nervios y relajar la espalda que viene cargando con la pesada mochila-biblioteca, nada mejor que un efectivo masaje. Lo mejor es que apenas tomé asiento, no tuve ni que preocuparme por reservar hora, la mujer que ocupaba el asiento detrás del mío se encargó de realizarlo sin sobrecoste alguno.
¿En serio debo pensar que cuando sus rodillas no hacían más que golpear el asiento de delante, no estaba siendo consciente de la "litotricia" gratuita y sin prescripción médica que me estaba realizando? Por favor, es cuestión de sentido común!!! Si mides dos metros y con la estrechez del espacio entre asientos puedo entender esta situación y no seré yo quien se queje de nada que bastante tendrás con desentumecer y volver a la forma humana al llegar al destino, pero si estás dentro de lo que sería una estatura estándar NO!! En ese caso, me siento obligada a pensar que te crees el ombligo del mundo y las incomodidades ajenas por mucho que sean causadas por ti te la traen al pairo, así que aunque estas cosas están feas decirlas, espero que aquella señora en el viaje de vuelta le haya tocado el pack completo, osea, imposibilidad de utilizar ninguno de los reposabrazos, compañero de asiento trasero con intención de practicar nuevas modalidades de masaje tailandés, niño fuera de control paterno  y si puede ser que la persona que vaya delante abra la lata de refresco y fortuitamente y de manera gratuita le de una ducha edulcorada (este último punto también lo sufrí en el último vuelo).
Ya ves en el fondo hay extras que las compañías todavía no te cobran.


4.- Para terminar, y aunque no es la primera vez que me veo obligada a hablar del tema: la higiene personal es fundamental a diario pero cuando vas a encerrarte en un habitáculo de las dimensiones de un avión (me da igual que sea el más grande de la flota) tiene casi carácter vital. En aquel otro post ya hablé del tema pero siento la necesidad de volver sobre él.
¿Por qué hay que descalzarse en vuelos de duración limitada durante el verano? Subrayo lo de verano porque en esta época puedes calzarte unas sandalias y tus pies sentirán la libertad e imagino que de esa forma además evitaremos momentos fétidos. Así que NO, NO y NO a quitarse el calzado cerrado apenas te colocas en tu asiento; espera a llegar a tu destino pero no martirices a desconocidos!!! 


Y a partir de aquí, que cada uno pase el vuelo lo mejor que pueda... Si has descubierto que un copita puede ayudarte, adelante, no seré yo quien te diga lo que debes hacer, pero nada de hacerse un Melendi. 

Para mi fortuna o para mi desgracia, este verano no habrá vuelos, así que puedo relajarme al menos hasta otoño y entonces, ya veremos si tengo o no que volver sobre el tema;)

2 comentarios

  1. Jajajaja, 100% de acuerdo en todo! Porque será lo de las revistas?

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  2. Hace poco yo también hablaba en mi blog del miedo creciente que estoy cogiendo a volar... Me veo reflejada en lo que has dicho y en mi último vuelo tuve que sufrir los dos últimos puntos de los que has hablado. En el asiento de detrás había una persona que no dejaba de dar golpes en mi asiento y de agarrarse a él y tirar hacia atrás (no sé para qué, pero le hubiera mandado muy lejos). Y en el asiento de delante había un señor que olía a sudor rancio que tiraba para atrás, ¡qué ascazo!
    ¡Besotes y ánimo! ;)

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