Estando en Menorca escribí en las notas del móvil algunas cosas que no quería que se me olvidasen compartir, nada de listas de cosas que no perderte o sucedáneos varios, más bien cosas que no había leído o escuchado, poco instagrameables pero reales.
Mientras terminaba de deshacer maletas, poner lavadoras y volver a habituarme a mis nuevos detestables horarios de trabajo, coger además el primer resfriado de invierno justo antes de que finalice el verano, he leído un par de artículos que algo tienen que ver con lo que yo quería decir y que tengo que compartir antes de ponerme a divagar.
En mi muro de Facebook, una publicación de la Criatura creativa, que se pregunta a partir de una campaña de un Huawei, si realmente es necesario que lo compartamos absolutamente TODO en redes sociales, abordando además el tema del sobreturismo que sufren algunos monumentos turísticos por culpa de IG.
El artículo de Javier Aznar en Vanity Fair titulado "Kriptonita en la playa". A estas alturas ya sabrás que me encanta como escribe y que soy cero objetiva, pero merece la pena que lo leas. Spoiler, lleva por subtítulo "De cómo ocurren desastres de todo tipo y las redes sociales ni se enteran de ello."
Y ahora, me toca a mi divagar.
Creo que estoy dentro de ese 48% de usuarios de IG que a veces ha utilizado esa red social para elegir destinos, bueno en mi caso, para llenar una carpeta de sitios que probablemente nunca visitaré.
Y un poco así, fue como este año terminamos en Menorca, queríamos un sitio donde descansar después de un verano que se planteaba duro, un sitio que no estuviese demasiado lejos si teníamos que volver precipitadamente y en el que pudiésemos asegurarnos un tiempo más o menos bueno.
Desechamos el primer destino porque nos quedamos sin el alojamiento que queríamos, renunciamos al segundo porque íbamos a terminar haciendo visitas a viejos conocidos e iba a haber poco descanso, así que Menorca parecía, al menos, en junio desde el sofá de nuestro salón, EL destino. Teníamos que tener mala suerte para que nos pillase la gota fría, y aunque la lotería no nos tocara porque dicen que las probabilidades juegan en nuestra cuenta parece ser que para otras cosas acertamos a elegir el boleto premiado.
No tuvimos siete días de mal tiempo, sólo dos reguleros y uno horrible, pero horrible nivel los truenos no te dejan dormir, los rayos iluminan todo el apartamento, el sonido del agua es tan fuerte que te levantas varias veces de la cama para ver si tu coche sigue aparcado o tendrás que bajar a buscarlo a la cala. Y yo también, como Javier, entraba en Instagram, utilizaba el geolocalizador y parecía que eramos los únicos bajo el nubarrón.
Tenéis que visitar calas, algunas tienen un acceso un poco más difícil pero hasta con la pata de palo de Vero merecerá la pena, además en septiembre seguro que están casi desérticas; todo esto, lo escuchamos en más de una ocasión.
Bueno, pues la verdad es que las calas más conocidas podías disfrutarlas más o menos hasta las 11, esto quiere decir que tienes que madrugar y casi casi ir colocando las piedras del camino. De esa hora en adelante, lo difícil no es el acceso a esas calas de agua cristalina, lo realmente difícil es llegar al agua sin poner el pie a 10 centímetros escasos de la cabeza de alguien.
Con esto quiero decir, que igual no siempre merece la pena el madrugón, ni el tiempo de caminata hasta llegar al mar, porque Menorca está rodeada de aguas cristalinas en todas y cada una de sus playas y calas, y que quizás lo mejor es olvidarte de las fotos guardadas en la carpeta de Pinterest.
Con lo que te gustan los faros tienes que hacer la ruta, y por supuesto, como defensora del cine español no puedes volver sin visitar el de la famosa escena de Lucia y el sexo; esto también lo escuchamos.
Lástima que algunos faros no tengan fácil acceso, y más lástima aún que nos hayamos vuelto tan locos queriendo repetir las fotos (a propósito, ¿conocéis esta cuenta @instarepeat ?) que en algunos casos se haya prohibido o limitado el acceso.
Eso sí, sin atardecer y sin faro, yo no me volvía.
Tenemos que comer caldereta de langosta, tenemos que comer caldereta de langosta en Fornells, repetía en bucle casi como un disco rayado.
Pues sí, hay que comerla, pero también hay que seguir recomendaciones y probar la langosta con patatas y huevos (gracias @diecisietecosas por todos los chivatazos), comer de pintxos (ahora que vivimos en Euskadi, lo tenemos muy interiorizado) en el Mercado del Pescado de Mahón o dejarte sorprender por unos buñuelos de quesos menorquines y confitura de tomate, que aun hoy, si cierro los ojos, soy capaz de saborear (restaurante S'amador, apunta, o no).
Pues sí, hay que comerla, pero también hay que seguir recomendaciones y probar la langosta con patatas y huevos (gracias @diecisietecosas por todos los chivatazos), comer de pintxos (ahora que vivimos en Euskadi, lo tenemos muy interiorizado) en el Mercado del Pescado de Mahón o dejarte sorprender por unos buñuelos de quesos menorquines y confitura de tomate, que aun hoy, si cierro los ojos, soy capaz de saborear (restaurante S'amador, apunta, o no).
Y como siempre se me cuela alguna confesión entre tanta divagación, diré que no me gustan las ensaimadas, y que yo creo que la gente las lleva de cinco en cinco sin haberlas ni probado, y que me parece un verdadero coñazo para el que decide comprarla y para los compañeros de asiento tener que cargar con ellas durante el trayecto de vuelta en el avión.
Nos gustó Mahón pero la lluvia de aquella mañana no dejó que nos enamorásemos, nos gusto Fornells pero donde de verdad nos retirariamos a descansar sería en alguna de las casas del núcleo de Playas de Fornells, y evidentemente visitamos, Benibequer, y nos parecía de cuento, y pensábamos que era un pueblito particular hasta que descubrimos que en realidad era una urbanización que debido a su singularidad era perfecta para egobloggers, instagrammers y youtubers, y que los vecinos, teniendo que lidiar con el turisteo de fotos, lo han llenado de carteles pidiendo silencio y teniendo que cerrar el paso en escaleras de acceso a sus casas particulares; cosas de esas que el sentido común evitaría que hiciésemos pero que visto lo visto resultan necesarias.
Igual alguien piensa que volvimos desencantados de Menorca, y nada que ver, mañana mismo me cogía yo un avión y me plantaba allí.
Sólo es que de post con recomendaciones, donde todo es perfecto, está lleno la blogsfera, y este no es un post imperfecto, es un post real de nuestras vacaciones menorquinas.
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