Ayer cumplí años, al final no fue tan trágico como pensaba.
Últimamente me bloqueo un poco cuando se va acercando el día, hasta este año la excusa era que estaba lejos y que echaba de menos, ayer podría haber dejado plantado a maridin y subirme a un tren para vencer la distancia, pero no lo hice y al final fue estupendo aunque echase de menos.
Así que ya está, soy un año más vieja.
El 19 de octubre en Oviedo se celebra el desarme, he tenido que ir a Google a informarme porque para mí además de mi cumpleaños siempre ha significado que en casa había doble menu: el tradicional de ese día, que gustaba a toda la familia (garbanzos con bacalao y espinacas, callos a la asturiana y arroz con leche) y el especial para mi, porque del primero me gustan todos los ingredientes por separado pero no los tolero mezclados en una olla y con los callos directamente no puedo (con el arroz con leche sí, pero tenía que haber tarta porque no hay cumpleaños sin soplar velas, que ayer al final tampoco soplé).
Total, que al no coger ese tren, libré a mi madre de hacer dos menus.
El 19 de octubre es también desde hace unos años el Día Internacional contra el cancer de mama, y todo se llena de lazos rosas y de mensajes de apoyo.
Pero yo no puedo evitar pensar en cuántos de todos esos lazos y mensajes se trasladan en apoyo efectivo a los enfermos y a los investigadores y personal sanitario que conviven a diario con la enfermedad.
A los enfermos, a los que como ya escribí hace un tiempo en aquel post, la sociedad, los medios de comunicación y, a veces, los propios familiares convierten, los convertimos, en guerreros que libran una gran batalla.
A los investigadores y personal sanitario, a los que fácilmente olvidamos agradecer todo su esfuerzo en avanzar y acompañar, cuando cada día lo hacen con menos recursos y aún así sin desfallecer.
Ojalá seguir cumpliendo años, celebrando más cerca, viendo como no todo se queda en una avalancha rosa que tiñe un día del año.
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