No sé si preocuparme, ¿existe la intolerancia social?

Aprendí en su momento por necesidad la diferencia entre la intolerancia y la alta sensibilidad, y aunque tiene poco que ver con lo que quiero contarte, me ha parecido que no estaba mal empezar distinguiendo conceptos, porque una cosa es evitar tomar aquello que tu cuerpo no tolera y otra tener que andar con cuidado porque existe la posibilidad de que algunas cosas acaben haciéndote sentir mal.


Hace unos días, leí este tweet de @lavecinarubia "creo que soy intolerante a la gente" y mira por donde, va a resultar que yo también me estoy volviendo un poco intolerante, eso o mi alta sensibilidad a determinados comportamientos se está transformando. 

Darme cuenta no ha sido algo positivo, siempre he creído, y en realidad sigo haciéndolo, que es importante respetar las ideas, opiniones y comportamientos del resto aunque sean distintos a los míos, pero a veces desahogar viene bien y a falta de terapeuta, yo tengo mi blog.

Mafalda by Quino


    Creo que mi problema es que hay cosas que me molestan cada vez más, con las que no suelo saltar pero que me suelen hacen estar un buen rato con el "rucurucu" en mi cabeza.


    No tolero bien la falta de empatia, el que dice te entiendo y añade un pero, el que nunca ha pasado por una situación similar a la que estás pasando pero no puede mantenerse callado y necesita dar su consejo. Es un problema agrandado y multiplicado por el uso que en ocasiones hacemos de las redes sociales, por el anonimato, por la falsa cercanía que nos transmite una pantalla. A veces la empatía es silencio, es saber ponerte en el lugar del otro y no saber que harías o dirías y entonces, simplemente estar ahí y mantenerte en silencio, lo hacemos con los nuestros pero no conseguimos controlarlo al otro lado de la pantalla.
    • Sucede especialmente entre las mujeres, lo veo cada día, siempre hay que estar justificándose, como si nuestras decisiones personales, laborales o de cualquier tipo necesitasen ser más razonadas. Presupongo, quizás equivocadamente, que entre nosotras la empatía debería ser algo casi natural, pero me sorprendo cuando veo las críticas que nos lanzamos, no sólo en relación a nuestras decisiones sino, a veces, simplemente por la forma de expresar nuestras opiniones. Sucedió con todos los comentarios que surgieron a raíz del último libro de Samanta Villar (no está en mi lista de lectura, todo sea dicho de paso). No querría entrar en determinados debates, pero todas esas mujeres opinando y diciendo barbaridades me hicieron sentir una tristeza infinita, a cada una de ellas le preguntaría si se han leído el libro o si se han quedado con los titulares, si se han planteado el sobresfuerzo que le supuso el proceso hasta llegar a ser madre, tras pasar un aborto y someterse a tratamientos de fertilidad, les preguntaría porque no opinaron sobre la ovodonación, sobre esas mujeres que ayudan a otras a cumplir su sueño y del que al parecer también se habla en el libro, probablemente sea un argumento que no vende y no es tan efectivo en titulares, y claramente, por todo lo que vi y leí, tampoco era interesante hacerlo en los comentarios en redes sociales, resultaba más sencillo calificarla de mala madre y sentir lástima por esos hijos cuando tengan que enfrentarse un día a las palabras de su madre, la que simplemente, creo, vino a decir algo que le he oido a amigas y conocidas en más de una ocasión, y a todas ellas las considero unas grandes madres y unas maravillosas mujeres a las que la llegada de sus hijos indudablemente les ha cambiado la vida. En fin, voy a hacer un ejercicio de autocontrol, no voy a echar más leña, pero quiero aconsejaros un post que escribió Lorena sobre la maternidad con mucho sentido común, que es una de las cosas que más echo en falta estos días.
    • Sucede también con los enfermos, a los que la sociedad, los medios de comunicación y a veces los propios familiares convierten, los convertimos en guerreros que libran batallas, se habla de vencedores y perdedores, como si éstos últimos no hubiesen decidido plantar guerra o se hubiesen decidido por una estrategia equivocada, se les obliga a estar con ánimo porque la aptitud es importante y nos olvidamos que entre los estados de ánimo también están el enfado y la tristeza, que es mejor afrontarlo sonriendo pero que no pasa nada si se necesita desahogar y llorar. Es difícil ponerse en determinadas situaciones, pero deberíamos intentarlo, y si nos resulta tan díficil ponernos en la piel del enfermo, no insistamos en decirle qué es lo mejor para él porque por mucho que intente explicarnos, nunca podremos sentir lo mismo. A propósito de esto, me encanto el post "la enfermedad no es una guerra",  tanta verdad y tan bien escrita. 
    Viñeta de Forges

    No tolero la falta de sentido común, me pasa últimamente de forma especial en las redes sociales, lo paso mal cuando veo determinadas imágenes y comentarios, cosas privadas compartidas sin pensar en consecuencias presentes y futuras, cuando transformamos nuestra intimidad en un circo de likes y buscamos los comentarios o ser palmeadas (esto de los palmeros, se lo digo mucho a mis amigos y la mitad de las veces alguien se pone en pose de emoticono de sevillana, así que aunque sea por esas risas, vivan los palmeros!!). 
    Yo, que no me imagino desconectada, dejando a un lado mi IG, sin desahogar de vez en cuando frente a la pantalla de mi ordenador, no hay semana que no me plantee si verdaderamente analizamos bien lo que compartimos, y me pregunto si también yo me estoy equivocando, si hemos sobrepasado esa frontera invisible entre la cordura y la locura, si echamos en falta un manual que nos guíe o si simplemente es cuestión de echarle sentido común a la vida, a la real y a la 2.0. 
    No hago más que preguntarme si se nos está yendo de las manos o hace tiempo que todo se fue al carajo porque hay cosas que cada vez más me cuesta entender. ¿Soy la única que le doy vueltas a si son verdaderamente necesarias algunas de las cosas que nos acostumbramos a ver y hacer desde nuestras redes? Por enumerar...
    • Abrimos nuestra intimidad a desconocidos y luego nos decimos que lo controlamos todo perfectamente, como forma de justificar lo que hacemos. ¡Ay! No puedo evitar recordar aquel latinajo de "excusatio non petita, accusatio manifesta".
    • Compartimos el sufrimiento y el dolor, ese que debería quedarse en la intimidad con los tuyos, aunque a veces, no lo dudo, pueda ser bueno compartirlo... pero hay formas y formas, imágenes y palabras, adecuadas e inadecuadas.
    • Reinventamos el concepto de las cenas románticas a dos, las vacaciones en familia o esos descansos que llevábamos días pidiendo y que acabamos retransmitiendo en modo "minuto y resultado"; disfrutémoslos y ya tendremos tiempo de compartirlos cuando se hayan terminado y queramos revivir esos recuerdos. 
    • Formulamos preguntas que hace unos años sólo le habrías hecho a tu madre, a tu hermana o alguna de tus amigas, y aquellas que sabes que te podría resolver San Google en un minuto y aún así se lanzan a la inmensidad 2.0 esperando un aluvión de respuestas. 
    ¿Será que en esta sociedad hiperconectada nos sentimos mucho más solos de lo que creemos o admitimos y buscamos a través de las redes una nueva forma de sentirnos acompañados, de encontrar el bendición a lo que decimos y hacemos? 



    Viñeta de EL Roto

    Al final, debo confesar después de todo lo escrito hasta aquí, que no acabo de estar segura de si estoy desarrollando o ya tengo algún tipo de intolerancia social, pero por más que le doy vueltas creo que con un poco de sentido común, respeto y empatía, todo sería más fácil y yo no tendría intolerancias no alimentarias de las que hablar. 

    1 comentario

    1. Gracias por dar estopa con guante y sobre todo por pensar y hacer pensar. Me siento apelado en tus palabras lo cual es fantástico y muy edificante. Un abrazo y lo dicho, muchas gracias.

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