Hoy no hay remix de viernes que me suena a concepto discotequero y no tengo el cuerpo para bailes.
Hoy, si decides continuar leyendo, lo único que vas a encontrar es una triste canción, una que habla de vergüenza y desilusión pero en la que aún se oye algún compas de esperanza.
By Simon Knnebon |
Para compartir lo que llevo unos días dándole vueltas, voy a empezar retrocediendo algunos años atrás, al año de mi Erasmus.
Yo, entusiasmada por vivir la experiencia, y mientras, en casa, se hacían apuestas de lo poco que iba a durar aquello, de lo difícil que a todos se les hacía imaginar que lograse aguantar todo el curso lejos de familia y amigos, e imagino que durante las primeras semanas el que más y el que menos esperaba una llamada de socorro en cualquier momento.
Me fui cargada con una maleta más grande que el baúl de la Piquer (otro día compartiré lo accidentado de aquel viaje de más de 24 horas hasta llegar a una de las perlas del Mediterráneo, Cerdeña), y volví con más equipaje pero también con la sensación de haber vivido una experiencia única.
Aquel año me sirvió para reconectar con mi carrera, desde que empece arrastraba dudas de porque me había dejado aconsejar y había acabado matriculándome en Derecho, me sirvió para aprender autoorganizarme, para enfrentarme a mis miedos y para aprender mucho dentro y fuera de las clases de aquella Facoltà di Giurisprudenza.
Un par de años después, volví de nuevo a Italia para continuar con mi formación. De aquel master sobre políticas europeas, uno de los mejores recuerdos son las discusiones sobre el futuro de Europa en las que nos embarcabamos los poco más de 20 alumnos, compañeros que venían de alguna de las antiguas repúblicas yugoslavas o de países que se estaban abriendo tras la desmembración del bloque soviético junto con otros que creíamos entender lo que significaba pertenecer a la Union Europea.
En aquella época, yo tenía muchos sueños y esperanzas.
En aquella época, yo tenía muchos sueños y esperanzas.
Pero gran parte de ellos se han ido rompiendo, desapareciendo y han dado paso a sensaciones de tristeza y desilusión. Hubo un tiempo en que pensé que la culpa era de las propias instituciones comunitarias que se habían ido progresivamente alejando de lo que ocurria fuera de los majestuosos edificios de Bruselas y Estrasburgo, y también hubo momentos para culpabilizar directamente a los políticos, sin distinguir ideologías, parecía que iba llegando la hora de que terminasen aquellos repartos de puestos teniendo en cuenta poco más que el propio peso político de los países, había llegado el momento en el que el Parlamento europeo dejase de ser poco menos que en un órgano al que mandar a gloriosos retiros a aquellos a los que nadie se atrevía a decir que su sitio ya estaba fuera de la política y de los órganos de decisión... Pero ahora, ahora pienso que nosotros, cada uno de los ciudadanos de los Estados que forman parte de la Union Europea somos culpables y deberíamos dejar de echar balones fuera.
A principios de este mes, los líderes de los 28 Estados miembros de la Unión Europea en la enésima cumbre sobre la crisis de los refugiados (solo el hecho de que se hayan reunido en tantas ocasiones sin llegar a encontrar una solución viable debería ponernos a todos sobre aviso) acordaron, reunidos con el primer ministro turco, la expulsión de todos los inmigrantes y demandantes de asilo que lleguen a Europa de manera irregular (como si hubiese forma regular de hacerlo, cuando sales huyendo de la guerra). Parecía ser que resultaba necesario "romper la relación entre subir a un barco y la residencia en Europa" (sólo el año pasado, 3,771 personas murieron ahogadas en nuestros mares, y en lo que va de año, son ya más de 450 personas, incluidos 77 niños -hubo muchos que no recordaremos porque no llegamos a ver la fotografía).
Si te interesa puedes leer íntegra la Declaracion de los jefes de Estado o de Gobierno de la UE, para que, a riesgo de pillarte un buen enfado, te avergüences.
En aquella reunión y con aquellas conclusiones avergonzantes, se legitimaron practicas manifiestamente ilegales tales como las devoluciones en caliente y las expulsiones colectivas, allí mismo, nuestros líderes dejaron claro el poco valor que otorgan a la vida de todos aquellos que no llegan a nuestras fronteras de forma legal, dicho de otra forma, sean bienvenidos al continente aquellos que vienen a aportar, aléjense todos aquellos que supongan una merma de nuestros recursos.
El acuerdo era cuanto menos bochornoso, de ahí que algunos países se negasen a firmarlo y otros lo mirasen con recelo, parecía que había esperanza...
El 16 de marzo, previamente a una nueva reunión de jefes de Estado y de Gobierno, la Comisión publicaba un informe que recalcaba que no era otra cosa que "la falta de voluntad política" de los Estados miembros, el principal motivo para el fracaso del plan de reubicación de demandantes de asilo en la UE, solamente se había logrado reubicar a 937 de los 160.000 que se había prometido.
El día anterior me había ido a la cama con el titular de que sólo Canada había logrado reubicar a casi 25.000 refugiados (el mismo país que había negado el visado a la familia de aquel niño cuya foto todos recordamos).
Sólo en los primeros meses del año más de 132.000 personas han llegado a la Union Europea poniendo en peligro su vida.
El conflicto en Siria se está alargando ya más de 6 años, convirtiéndose en la mayor tragedia humanitaria internacional desde la Segunda Guerra Mundial.
Más de 6 millones de personas han sido desplazadas dentro de su país, y otros 4,7 millones se han visto obligados a huir a los países vecinos.
Más de 6 millones de personas han sido desplazadas dentro de su país, y otros 4,7 millones se han visto obligados a huir a los países vecinos.
Las cifras hablan por si solas.
Quiero volver a sentirme plenamente orgullosa de aquella otra Europa que ahora no reconozco.
Quiero volver a recuperar la ilusión y la esperanza.
Quiero compartir contigo este poema.
Quiero volver a recuperar la ilusión y la esperanza.
Quiero compartir contigo este poema.
Hoy necesitaba reflexionar en voz alta, aunque fuese teclado en mano.
Nos vemos la próxima semana, antes de ponerme a preparar maletas.
* Este texto está escrito con anterioridad a la cumbre prevista para los días 17 y 18 de marzo en la que se deberá tomar una decisión, al menos saber que España acude con un acuerdo en el Parlamento contra las expulsiones masivas de refugiados reconforta un poco.
Reconozco que me ha encantado el post de hoy, porque pienso parecido. Está bien hablar de cosas positivas y sin importancia, pero la realidad de estos días es tan dura que mirar a otro lado o hacer que no existe sería como perder parte de nuestra humanidad. Así que Bravo!
ResponderEliminarYa sabes que compartimos opinión, y tristeza y miedo y vergüenza. Pero también compartimos esperanza de que esto pueda arreglarse. Tú ya has dado el primer paso. Enhorabuena!
ResponderEliminarEs desolador y desesperanzador. Trabajé como cooperante en la guerra de Bosnia, y no puedo entender que en los mismos lugares donde repartíamos comida en campos de refugiados hace unos años, ahora hay fronteras para evitar que otros entren, es increíble que haya vuelto a pasar... No aprendemos y Europa parece que se queda en palabras y una moneda, y es imprescindible para el mundo que sea mucho más.
ResponderEliminarBuffffff... Esto es insólito. Hace uno días compartí en FB un escrito de una chica que no puedo olvidar. Venía a decir que toda la vida se ha estado preguntando cómo era posible que el pueblo alemán hubiera sido capaz de permitir el holocausto judío, que cómo era posible que un pueblo entero no hubiera impedido que se hiciera eso en su nombre. Pues bien, ahora se daba cuenta de cómo.
ResponderEliminarLlevo semanas, meses, sintiéndome indigna cuando pongo la calefacción, cuando voy a la compra y cua do abrazo a mis hijos. Aquí estoy, oye do a Hugo respirar tranquili a mi lado y me imagino por un instante que soy yo la que está sujetándole bajo el frío invierno, viviendo codo con coso con la desesperación. No puedo con esto y a la vez todo lo que puedo hacer me parece absurdo.
Estoy desolada.