Me gusta leer, me gusta ir al cine, me gusta ver series, me gusta ir a conciertos, me gusta hablar por teléfono, me gusta dejar audios de whatsaap largos, me gusta skipear, me gusta pasear por lo conocido y turistear por lo desconocido, me gusta comer y también cocinar, me gusta estar acompañada y me gusta disfrutar de momentos de soledad, me gusta tirarme en el sofá y no hacer nada, me gusta despertarme antes de que suene el despertador y también quedarme remoloneando en la cama... Me gusta hacer tantas cosas.
Me gustaría tener tiempo para más, poder teletransportarme, hacer esto y aquello a la vez, a veces, estar en dos sitios al mismo tiempo para no tener que renunciar.
Y mientras voy haciendo lo que me gusta siempre que puedo.
Y mientras voy haciendo lo que me gusta siempre que puedo.
El tiempo es limitado, deberíamos leer por placer, cuando podamos, lo que queramos, deberíamos olvidarnos de hashtags, debería importarnos un pimiento el número de libros que leemos a la semana, al mes o al año.
Lo único que debería importar es disfrutar del tiempo de lectura. Mejor calidad que cantidad, una verdad casi irrefutable para muchas cosas, también para la lectura.
Octubre ha sido un mes de libros escritos de recuerdos. Los recuerdos, el entorno en el que crecemos y la educación que recibimos son parte de lo que somos y lo que seremos.
El club de los mentirosos, Mary Karr
Hace ya meses dijé que tener una librería de referencia en la que sentirte a gusto era una forma de medir la felicidad. Amazon o los grandes almacenes de libros donde no existe la posibilidad de intercambiar opiniones, recoger recomendaciones, nunca podrá reemplazar a los libreros.
Este libro fue la primera lectura elegida en el club de lectura en Mara-mara, uno de esos libros que se habían quedado en el tintero, en la lista de pendientes. Aunque finalmente no pude asistir a esa primera cita, agradezco haberme ayudado a sacar este titulo de esa lista.
El club de los mentirosos era el nombre con el que referirse al grupo de amigos del padre nuestra protagonista, unos encuentros de hombres rudos que se reunían para pescar, comer o jugar al billar mientras bebían más de lo necesario y a las que la autora acudía para escuchar las rocambolescas historias que éstos contaban casi a modo de competición.
Pero el libro es mucho más que esto, es un compedio de personajes un tanto histrónicos, de dramas hiperbólicos y una sucesión de intensas tragedias en las que casi es imposible evitar sonreir en momentos en los que deberías sentir repugnancia, y hay que saber escribir historias, aunque sea la propia, para poder conseguir algo así.
Pese a la crueldad de esta especie de memorias devastadoras, una lectura más que entretenido, casi me atrevería a describir por momentos como divertida.
Si es que a veces necesitamos desdramatizar…
El olvido que seremos, Héctor Abad Falcione
Podría simplemente decir que este libro es el recuerdo, el homenaje a un padre, y no añadir ni una sola linea más.
Pero además está lleno de sabiduría, de esos conocimientos que no están recogidos en los libros de texto, que nunca serán memorizados, que aprendemos sin saber que nos los están enseñando.
Se puede ser inteligente, contar con un coeficiente intelectual superior a la media y ser un deficiente emocional. Me explico, siempre he creído que en la escuela, el colegio, la universidad aprendemos conocimientos, pero existe una parte importante de quien somos que se la debemos a la forma en que hemos sido educados en casa, a todas esas lecciones que no aprendimos de memoria pero nos han hecho mejores personas.
De todo esto habla este libro, también de los recuerdos, de reconocerse en la figura de quien decidió enseñarte que era el amor.
Una educación, Tara Westover
La educación puede ser una vía de huida, un salvavidas, es sin lugar a dudas, ese input que puede transformar una vida.
Me recuerdo entrando en google a verificar el año de nacimiento de la autora porque me parecía inconcebible que algo así pudiese suceder. ¿Qué hubiese pasado si en clase de Historia en la Universidad alguien hubiese preguntado que era el Holocausto? No es solamente haber sido ajena a lo que había pasado en la historia porque eso podía aprenderse, es haber tenido que vivir el presente en una burbuja de cemento.
Leemos sobre las opciones de educar en casa, sobre quien decide no vacunar a sus hijos, quien no permite por motivos religiosos determinados tratamientos médicos, pero no imaginamos la posibilidad de que alguien acostumbrado a vivir en la oscuridad pudiese llegar a lograr brillar gracias a la educación. (Las páginas 346 y 347 son oro.)
Escribir esta novela autobiográfica le costó a su autora el distanciamiento con una parte de su familia, sin embargo estoy casi segura que fue la capacidad de defender sus ideas, de formar su propio criterio, de enfrentarse a una realidad tan sui generis a esa burbuja de cemento lo que realmente la separó de ella.
Crecer en una familia mormona radical que no creía en la medicina ni en la escuela, con una madre partera y herborista, un padre antigubernalista obsesionado por la conspiraciones y un hermano psicópata del que soportar indecibles malos tratos, podría dejarte viviendo en las tinieblas. Sin embargo, Tara decidió dar un paso adelante, realizar un examen de acceso a la universidad con dieciséis años sin haber pisado una escuela para terminar doctorándose en Cambrigde.
Esta historia es brutal, y merece ser leída.
Hay algo que sólo me pasa con los libros, sólo me engancho con las buenas historias, no me pasa con las películas (nunca me he levantado de una sala y me he ido) ni tampoco con las series (he visto enterita Elite y todavía me pregunto el por qué, seguramente para darme cuenta de que me hago mayor).
Esto simplemente lo digo, buscando otra forma de decir lo de siempre: lee lo que te gusta.
Esto simplemente lo digo, buscando otra forma de decir lo de siempre: lee lo que te gusta.
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