Super héroes sin capa

Mientras preparo maletas, me gustaría animarte a que le eches un vistazo al contenido del último número de la revista Good Mood.

Este número está dedicado a los superhéroes, muchos son de carne y hueso, ya no llevan capa ni se cambian de ropa en las cabinas de teléfono, de ahí mi reflexión sobre los superhéroes anónimos.





Estamos rodeados de superhéroes, a veces no nos damos ni cuenta porque les gusta salir de casa sin capa ni antifaz y no tienen super poderes de esos que estamos acostumbrados a ver en los cómics y en las salas de cine. Nos suele costar reconocerlos, y en un principio, sólo vemos al vecino del quinto, al conductor de autobús, al estudiante de derecho, a la enfermera recién graduada, al dependiente de esos grandes almacenes. No solemos ver a todos aquellos que silenciosamente deciden ocupar parte de su tiempo haciendo un poco más fácil la vida de los demás. Son muchos y hacen de éste, un mundo mejor.

Al contrario que Clark Kent no entrarán en ninguna cabina pública de teléfono para deshacerse de su gabardina y echar a volar, esas gafas probablemente se deban a una miopía real y no esconderán ninguna mirada con poderes sobrenaturales, probablemente no se trate de personas adineradas como Bruce Wayne que tras sufrir una importante pérdida en la infancia, han decidido combatir la delincuencia bajo un traje de murciélago. 

A los super héroes anónimos los encontramos en pequeños locales de barrio de asociaciones que deciden que ningún niño  debería acudir a la escuela sin haber podido antes desayunar, en otros que organizan recogida de ropa y juguetes para echar una mano a esos padres cuyos ingresos difícilmente alcanzan para pagar lo básico y a los que nunca les llega para comprar zapatos nuevos o la muñeca que anuncian en la tele.

Son aquellos que ceden parte de su tiempo de vacaciones para organizar otros campamentos de verano, esos que suplen la carencia de medios a base de juegos tradicionales y risas.

Son esos a los que ves picar al timbre de un viejo edificio del centro donde sabes que probablemente sólo vive gente mayor y sola para hacerles compañía un rato, para escuchar batallitas de antaño o echarse una partida a la brisca. 

Son las familias que en verano son uno más porque han decidido formar parte de un programa de vacaciones que trae a niños hasta España para que puedan disfrutar de mucho más que el mar, la piscina o los paseos por la montaña, niños que necesitan acceso a consultas medicas que no tienen a su alcance.

Son aquellos que un día creyeron que existía otra forma de emprender, desde una vertiente más social y que era necesario que determinadas habilidades se aprendiesen desde que somos pequeños para que los adultos de mañana sean capaces de lograr el cambio.

Los verás cuando visites una planta de pediatría de un hospital y aparezcan por el pasillo, entrando en las habitaciones con narices rojas y globos de colores para sacar sonrisas en momentos de sufrimiento a los más pequeños.

Si te fijas bien, es ese grupo de mujeres que aprovechan la tertulia lanera para tejer y buscar fondos para una causa que les ha llegado al corazón.


Están por todos los sitios pero a veces no los vemos.


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