Participar del cambio conscientemente

Como escribía en el último post participar en la manifestación del 8 de marzo ha sido un revulsivo que me ha servido para tomar más consciencia de un problema al que durante un tiempo no había prestado demasiada atención, y ya iba siendo hora.


Me he dado cuenta de la necesidad de participar del cambio desde las propias aptitudes,  desde la consciencia de lo que sucede a nuestro alrededor, echándole sentido común a la vida que parece que es lo que nos sigue faltando y siendo capaces de ponernos en el lugar del otro para alcanzar a ver otras perspectivas.
A veces no se reacciona a tiempo, al menos eso me suele pasar a mi, que siempre estoy dándole vueltas a lo que podría haber dicho o hecho, pero no dije o hice, a veces por vergüenza, por timidez o por miedo. 
Así que decidí ir apuntando situaciones en primera persona de esas que igual ya tenía tan interiorizadas que ni cuenta me daba y así poder analizarlas desde esa consciencia que me dejo la resaca emocional del que sigo pensando fue un día histórico. 


Igualdad incluso en el desempleo

Estoy en plena voragine de actualización de mi perfil profesional para la reinserción en el mercado laboral. En otras palabras (no metáforicas del siglo XXI), desde enero estoy plenamente centrada en volver a trabajar de forma estable (no a ratitos) y como quiero hacerlo en un campo nuevo (al final va a ser verdad que el derecho sirve para todo) invierto el tiempo como si de una jornada laboral se tratase en buscar ofertas, mandar autocandidaturas y formarme (sí, seguimos teniedo un problema de titulitis).
Hace un par de semanas participé en unos unos talleres junto a otras 14 personas, 10 de ellas mujeres, impartidos por 5 formadores, todos ellos hombres. 
Para mi ya hay conclusiones que pueden extraerse de esos números, de esa disparidad, pero es que además es un problemón si tenemos en cuenta que se trataba de una formación financiada con recursos públicos. No pongo en cuestión la valía de los formadores, pero me cuesta pensar que no hubiese mujeres igualmente cualificadas para impartirla, ¿un porcentaje más paritario, no?. 
Las empresas deben aplicar el feminismo, buscar esa igualdad real entre mujeres y hombres, pero a las administraciones publicas no deberíamos ni que tener que recordárselo, ¿o qué?

Photo by ariel sion on Unsplash

Señorita, por favor.

Esto sucedió hace unas semanas. De repente necesitamos salir a comprar una camisa de vestir, mejor no cuento porque esa necesidad porque somos lo peor, son las nueve de la noche así que las opciones se reducen bastante, me fastidia no tanto por ir al ECI sino por las horas que son, por nuestra falta de previsión.
Subimos a la planta pero de verdad no sé por donde empezar a buscar y no tengo ni idea de cómo va lo de las medidas que por lo que veo no es por las clásicas M, L, XL, pero llevo al modelo conmigo así que alguien nos podrá ayudar. Nos cruzamos con un señor al que pido ayuda y nos atiende muy amablemente pero en lugar de llevarnos hacia un mueble, llama a Manolita y nos dice que la señorita nos atenderá. No ha sido capaz ni siquiera de transmitirle bien lo que estábamos buscando pero allí está, mandando, bueno delegando que diríamos metafóricamente. 
No sé cuantas veces más podré encontrarme ante esta situación pero la próxima vez que me atienda un señor "entrajetado", si no sabe que le pido, que aprenda o que el ECI se dé cuenta que con el porcentaje de mujeres que tiene en plantilla debería hacerse mirar que el mando siempre lleve pantalones. 

Photo by ariel sion on Unsplash

¿Y si es un loco?

El mismo día de la manifestación entró en una consulta, mi doctora me intenta tranquilizar pero yo me he vuelto una hipocondríaca, así que salgo directa a pedir cita para la prueba y antes de llegar al mostrador, no encuentro el móvil. 
No he podido perderlo, imposible, salí de casa con él fijo, si vine escuchando música, si saqué una foto a unas chicas que estaban preparando carteles... A que me lo dejé en el banco antes de entrar en la consulta, seguro que está allí. Pero allí ahora hay un padre con su hija pequeña y no lo vieron cuando se sentaron, y no han pasado ni diez minutos, así que me lo he dejado en la consulta seguro, me siento a esperar.
Enfrente hay un chico esperando, me ha oído y me dice que seguro que me lo he dejado dentro, que él ya estaba esperando cuando salí y en el banco no lo había dejado, me ofrece su teléfono para que llame a mi número.
Acepto pero de repente pienso que se va a quedar mi numero grabado, que no lo conozco de nada, que parece un tipo normal pero... Así que acabo dándole las gracias y diciéndole que está silenciado así que mejor espero y no molesto.
Se lo conté a mi hermana y me dijo que estaba loca, pues sí, claro que puedo parecerlo pero era desconfianza, la misma que cuando te subes en un ascensor y sientes que están ocupando parte de tu espacio vital, hay mil ejemplos y creo que lo sabemos.


Photo by ariel sion on Unsplash

Yo soy miedosa pero no quiero tener miedo

Puede parecer una contradicción pero no. 
Yo soy muy miedosa, para que te hagas una idea la primera vez que dormí sola en mi casa durante el Erasmus oía ruidos, así que pusé trampas en el pasillo para que si un intruso entraba se cayese y yo ganase tiempo para reaccionar, y por si lograba superar mis trampas a lo Misión Imposible, me dormí con un mechero de cocina como arma de defensa... ¿Te haces una idea de mi paranoia miedosa?
Pero una cosa es mi locura, mi habilidad para escuchar el alfiler que se le cae el vecino de arriba y convertirlo en un Spiderman que va intentar colarse por la ventana de un quinto y otra cosa es volver a casa acelerando el paso cuando alguien te dice algo o cruzar de acera para no atravesar el grupo de fiesta que viene justo de frente, y esto me pasa ahora y me lleva pasando desde que tengo consciencia, pero esto no debería pasarme ni a mi miedosa ni a la más valiente.


Photo by Ross Findon on Unsplash

Espero que todas sigamos siendo conscientes del cambio.
La revolución será feminista o no será.


No hay comentarios